Las especies exóticas invasoras representan en la actualidad una de las mayores presiones que sufren los ecosistemas. En las islas, las especies exóticas impactan más debido a que carecen de predadores y competidores, las especies nativas son “inocentes” dado que evolucionaron en ausencia de amenazas, y carecen de enfermedades y parásitos.
“Devuélvanlos a Canadá”.
“Es inhumano que los asesinen, siendo ustedes mismos quienes los trajeron. Háganse cargo, hay otras formas”.
“Esterilizarlos es la solución”.
“Libertad absoluta. Dejen vivir y que la misma naturaleza se encargue. No jueguen a ser Dios”.
“Ellos no tienen la culpa. Si hacemos eso habría que matar a los seres humanos que hacemos más daño”.
Estas y otras expresiones son frecuentes entre quienes piensan que es un error matar a los castores para resolver el problema ambiental que generan.
“Háganlo, pero de otra forma”, resume en cierta medida la posición ideológica de quien dice defender la vida, cerrando las opciones y, de modo hasta inocentemente mágico, afirma que hay otras opciones para controlar y, eventualmente, erradicar al castor. Pero esas opciones no aparecen.
Apelar a que una especie exótica no es responsable de lo que hizo y que eso nos obliga a no actuar contra ella, llevaría al absurdo de no actuar contra las enfermedades infecto-contagiosas (al final son seres vivos, no tendrán pelos ni caras simpáticas pero son seres vivos), o de no actuar contra las ratas que se meten en nuestras casas, acompañadas de sus enfermedades.
Por otro lado, a diferencia de los seres vivos que producen daño, los seres humanos podemos aprender y cambiar comportamientos. Que no lo hagamos ya es responsabilidad nuestra. Pero desde que el ser humano es tal usa y transforma la naturaleza para su beneficio. No estaría escribiendo esto si mis antepasados se hubieran quedado juntando frutas que caían de un árbol, carroñeando un cadáver o robando huevos de un nido de ave.
Las especies exóticas invasoras representan en la actualidad una de las mayores presiones que sufren los ecosistemas. En las islas – como Tierra del Fuego – las especies exóticas impactan más debido a que, en general, las islas carecen de predadores y competidores, las especies nativas son “inocentes” dado que evolucionaron en ausencia de amenazas, y carecen de enfermedades y parásitos que traen las especies exóticas. Todo un coctel explosivo que termina afectando la biodiversidad, la salud y la economía.
Tierra del Fuego aloja una cantidad importante de especies exóticas. Un partido de fútbol muy desigual. Solo hablando de mamíferos, presentemos la alineación: Por el equipo de las exóticas 19 jugadores: Conejo de castilla, rata almizclera, zorro gris, visón, castor canadiense, peludo, reno (ya retirado de las Islas Georgias), ciervo colorado, cabra doméstica, rata negra, rata noruega, ratón común, perro, gato, caballo, llama, oveja, vaca y chancho. Por el equipo de las nativas 10: zorro colorado, huillín, chungungo, guanaco, tuco tuco magallánico, ratones de campo (tres especies), murciélago oreja de ratón, y murciélago orejudo de Magallanes.
Si analizamos en más detalle, las desigualdades son más marcadas: por ejemplo, un solo carnívoro terrestre, el zorro colorado, vs dos exóticos: el zorro gris y el perro asilvestrado.
Salvo las ovejas y llamas, las demás especies domésticas se han asilvestrado y están impactando a los ambientes fueguinos. De este modo, sitios como Isla de los Estados Península Mitre ven su vegetación amenazada por el ramoneo: en uno o dos siglos los bosques darán paso a arbustales. Nuestros perros devenidos en asilvestrados se están comiendo a los chulengos, a las aves que anidan en el suelo y a la producción ovina. Los gatos, más discretos, acceden a las aves que anidan en los árboles y a los roedores autóctonos. Los caballos asilvestrados, mientras mueven sus crines al viento, destruyen los pastizales, bosques y suelos de extensas zonas de la Tierra del Fuego. Los simpáticos conejos, destruyen la vegetación y el suelo de la Península Ushuaia e incrementan las amenazas para la operación aérea, atrayendo a la zona del Aeropuerto de Ushuaia aves y mamíferos carroñeros que pueden impactar con los aviones que usamos. Estas, y muchas cosas más, ocurren fuera de nuestros ojos urbanos, ocupados en llegar a algún lado a tiempo en nuestros autos. El mundo extraurbano es eso que está como en otra dimensión.
Ninguna de esas especies tiene la culpa, pero tampoco tienen la culpa los árboles roídos y muertos por el castor, los chulengos muertos por los perros asilvestrados, los petreles ballena y pardelas que jamás veremos en la Isla de los Estados porque las ratas llegaron antes que los biólogos, las aves marinas que en el Canal Beagle sólo anidan en islas, fuera del alcance de los predadores, ni los pichones de cauquén colorado que desaparecerán en las fauces de zorros grises, perros y visones en la estepa magallánica augurando la extinción de la especie.
¿Qué podemos hacer para detener el deterioro producido por las especies exóticas? Muchas cosas, algunas simpáticas, otras no tanto. En ocasiones podemos apelar a herramientas no letales, como los perros protectores de ganado que desalientan a los perros asilvestrados de atacar a las ovejas. En ocasiones, debemos apelar a herramientas letales, como el caso del castor, donde estamos obligados a matar animales del modo más responsable posible para liberar a los bosques, turbales y pastizales de la muerte por corte y anegamiento.
Existen químicos esterilizantes, pero hay varias preguntas sin respuesta:
¿Cómo hacemos para entregar el esterilizante a un castor? Un cebo podría esterilizar como efecto colateral a las especies de roedores nativas.
¿Cómo hacemos para entregarle el esterilizante a cada castor ubicado en los 48.000 km2 de la Isla Grande de Tierra del Fuego? Si dejamos dos sin esterilizar todo el esfuerzo que habremos hecho será estéril.
Existen actualmente esfuerzos de investigación que están tratando de desarrollar roedores transgénicos que, una vez inmersos en una población invasora, se mezclen y produzcan roedores machos estériles. Una manera creativa de erradicar roedores, pero estamos al menos a 20 años de lograr que esa sea una solución viable.
Por otro lado, si pudiéramos, los llevaríamos a Manitoba, Canadá, de donde los trajo Tom Lamb en 1946. Pero, para eso…
Primero deberíamos poder capturar a todos los castores (cerca de 100.000) y estar seguros de que no quedó ninguno libre, todo eso en 48.000 km2.
Segundo deberíamos llevarlos a Canadá. Supongamos en avión. Supongamos que podemos llevar a unos 500 castores por avión (no estarán pensando en llevarlos como viajamos en el subte en Buenos Aires en la hora pico). Harían falta unos 200 aviones de línea del estilo de los que trae Aerolíneas Argentinas a Ushuaia. ¿Los llevamos en barco? Morirían como moscas en el camino.
Tercero, apostar a que lleguen vivos (el viaje es un trauma para los animales).
Cuarto, que las autoridades canadienses acepten alegremente que nuestros castores ingresen a su país llevando un montón de enfermedades que exportaríamos desde acá, salvo que hagamos una cuarentena.
Como se puede ver, las buenas intenciones, aún desde una sana perspectiva sentimental, chocan con la realidad, que no siempre es agradable.
Pero ¿se puede hacer algo? Un estudio publicado en 2016 recopiló acciones de erradicación de animales invasores en islas. Encontraron que 236 especies nativas insulares de fauna de 596 poblaciones evidenciaron respuestas positivas demográficas o de distribución a partir de 251 erradicaciones de mamíferos invasores de 181 islas. Entonces, está claro que se puede hacer algo. La tecnología cambia muy rápido y hace que lo que 20 años atrás fuera impracticable hoy lo sea.
Argentina y Chile están viendo si es posible erradicar al castor, para terminar con la amenaza de invasión continental, y para tratar de recuperar los ambientes afectados por esta especie. No sabemos si podemos, pero sí sabemos que, si no hacemos nada, nuestros nietos o bisnietos leerán alguna vez “el castor llegó al Lago Nahuel Huapi”. Y no me gustaría que me digan “ustedes no hicieron nada al respecto”. Ambos países recibimos una donación del Fondo Ambiental Global para aprender a manejar al castor en un escenario de erradicación. Aun cuando al final de esta prueba decidiéramos que no es posible erradicar, habremos aprendido mucho y desarrollado capacidades para lidiar con las especies exóticas en general.
Con esta experiencia la provincia tiene una oportunidad única de aprender a manejar el cóctel explosivo de especies exóticas que amenaza la integridad de nuestros ambientes naturales, uno de los escasos capitales que hace única a esta región del mundo. “No podemos”, “no sabemos”, “no tenemos”, no son opciones si pretendemos reconvertir nuestra matriz productiva hacia lo que la naturaleza entrega, máxime cuando una donación te permite hacer las cosas importantes que lo urgente no te deja hacer.
Hacer nada, mirar para otro lado, decir que es la naturaleza haciendo su curso, son decisiones y opciones, pero son las opciones más costosas e irresponsables, cuando sabemos, y cuando sabemos que podemos.
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