Cuando en noviembre de 1900 el papa León XIII instó a venerar al Cristo que redimió a los fieles de todos los males, el Cristo Redentor; el obispo de Cuyo, monseñor Marcolino Benavente, planteó colocar un Cristo en la cordillera, del lado argentino. No tardó en conseguir aportes económicos, incluso viejos cañones para fundición, más un escultor inspirado, Mateo Alonso. También tuvo apoyo político: la idea de un Cristo en los Andes argentinos conjugaba con un necesario posicionamiento territorial.
El siglo XIX finalizaba con los ánimos muy caldeados entre la Argentina y Chile por la cuestión de límites. La tensión había ido en aumento y se percibían preparativos militares en las zonas fronterizas. Sin embargo, la voluntad de ambos gobiernos desactivó esa bomba de tiempo. En 1899, los presidentes Roca y Montt se habían encontrado en el estrecho de Magallanes para buscar acuerdos. A mediados de 1902, los cancilleres de ambas naciones firmaron los Pactos de Mayo, estableciendo, entre otras medidas conjuntas, someterse a un arbitraje.
Mientras tanto, en Buenos Aires, el inmenso Cristo de Alonso era llevado al patio del colegio Lacordaire (que ocupaba la manzana de Esmeralda, Tucumán, Suipacha y Viamonte), a la espera de su traslado. Estaba el Cristo, pero la solución diplomática al conflicto había frenado el entusiasmo inicial por su instalación en la Cordillera.
Una vecina que integraba la Asociación de Damas del colegio encontró la forma de reflotarlo. Ángela de Oliveira Cézar de Costa acudió al presidente Roca (es necesario aclarar que era viudo) para contarle su idea: ubicar el Cristo en el límite fronterizo y convertirlo en un símbolo de paz para los dos países. Le advirtió que podía aprovecharse la visita de la comitiva oficial chilena a Buenos Aires, en junio de 1903, para mostrarle el Cristo.
A pesar de que a Roca le interesó la idea, la apretada agenda de los visitantes no contaba con espacio para esa actividad. Entonces obró el milagro. El día que debían llevar a los chilenos a conocer Campo de Mayo, una tormenta arruinó los planes. Ángela le escribió a Roca, ofreciéndole la alternativa del paseo al colegio. Así se hizo y ese día las autoridades chilenas y argentinas celebraron el acuerdo para su instalación en el límite andino.
Alonso montó un pedestal mientras el Cristo se enviaba por partes en el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (que pasaba por el puente que, por ese motivo, lleva el nombre de Puente Pacífico). La inauguración tuvo lugar el 13 de marzo de 1904. Las tropas argentinas se ubicaron en el lado chileno, mientras que las chilenas lo hicieron en suelo argentino. El acto fue breve porque una inesperada tormenta -la segunda de esta historia- se hizo presente.
Aún hoy, en el pedestal se aprecian dos damas con túnicas, abrazadas. Representan la unión de los dos pueblos. Para hacerlas, Alonso se inspiró en los retratos de la primera dama de Chile, María Errázuriz Echaurren de Riesco, y Ángela de Oliveira Cézar, quien, desde el punto de vista artístico, se convirtió en nuestra primera dama para la ocasión.
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